Hace unos cuantos sábados, los Picapicas nos reunimos en el Restaurante Casa Marin, en Hialeah, con el propósito de hacer caricaturas, divertir a la gente y vender Picapicas, por supuesto.
Nos sentamos todos en una mesa larga, en medio del acogedor local, y desde sus sillas los caricaturistas elegían a alguno de los clientes que comían tranquilamente con sus familias y le hacían una caricatura. Después, Rebeca Ulloa (la esposa de Arístides) y yo (Patricia), teníamos que identificar al personaje y llevarle su caricatura.
La mayoría de las personas recibían su caricatura con placer, se reían y compraban el Picapica. Otros, al darse cuenta de lo que estaba pasando venían a nuestra mesa para solicitar un Picapica y una caricatura. Pero hubo algunos que, descontentos con la visión que el artista tenía de ellos, rechazaron la caricatura.
Nosotros nos divertimos mucho con el juego, pasamos un rato muy agradable y comimos sabroso cortesía de la casa. Aprovecho esta nota para agradecerle a Marin su hospitalidad y su delicioso almuerzo.
En una mesita, de esas pegadas a la pared, había una señora que hacía rato estábamos mirando porque la verdad es que su rostro era ya una caricatura de por si. Por fin Pong se decidió a dibujarla, pero como en esta ocasión la caricatura era tan fiel a los rasgos de la señora, cuando Pong me la extendió para que se la llevara tuve que decirle,
“¡No, esa se la das tú!
Si alguien la reconoce, escriba a Picapica2008@gmail.com y le envíamos un PicaPica.
Nos sentamos todos en una mesa larga, en medio del acogedor local, y desde sus sillas los caricaturistas elegían a alguno de los clientes que comían tranquilamente con sus familias y le hacían una caricatura. Después, Rebeca Ulloa (la esposa de Arístides) y yo (Patricia), teníamos que identificar al personaje y llevarle su caricatura.
La mayoría de las personas recibían su caricatura con placer, se reían y compraban el Picapica. Otros, al darse cuenta de lo que estaba pasando venían a nuestra mesa para solicitar un Picapica y una caricatura. Pero hubo algunos que, descontentos con la visión que el artista tenía de ellos, rechazaron la caricatura.
Nosotros nos divertimos mucho con el juego, pasamos un rato muy agradable y comimos sabroso cortesía de la casa. Aprovecho esta nota para agradecerle a Marin su hospitalidad y su delicioso almuerzo.
En una mesita, de esas pegadas a la pared, había una señora que hacía rato estábamos mirando porque la verdad es que su rostro era ya una caricatura de por si. Por fin Pong se decidió a dibujarla, pero como en esta ocasión la caricatura era tan fiel a los rasgos de la señora, cuando Pong me la extendió para que se la llevara tuve que decirle,
“¡No, esa se la das tú!
Si alguien la reconoce, escriba a Picapica2008@gmail.com y le envíamos un PicaPica.
Otras Caricaturas de ese día
Ñó! Igualito!
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